La unidad del mundo es inagotable.
Sacaré raja del detalle de su ramería y con ella,
Mama Quilla, fea como covacha de abandono,
me pondré al tupe con la masa
(que es medida de la inercia) y lavaré
su rostro, transformándola, con gusto, de rositas.
Y entre nexos gravitatorios será llamada
Esposa mía, deseada.
Iré al infrarrojo profundo, al rulé de los tiempos,
al remoto azul, y de la más larga longitud de onda,
en ríos y relámpagos que han de morir en selvas
o en mis manos, traeré la madera y le haré casa.
Jalaré la mijarra, zarzos de juncos y causalidades
para hacerla libre en lo contínuo, diosa manifestada de mis días.
Que la vean sentada como reina desde el más alto monte,
su peludo púbis y sus muchos encantos.
¡Que digan que la Quilla, ay madre, está de parto,
vestida de raíz! Que la vean en la rosa de los vientos,
en su ecuador y en trópicos, soberana
ante los cuatro puntos cardinales.
Libre de los Rompegalas Cósmicos, nunca más cautiva
del Determinismo predeterminado, la proclamé
reina y ella lo cree. Lo es. Lo confirmamos.
2-5-1980 / El hombre extendido
Tuesday, March 11, 2008
Proclamación de un reino
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