Tuesday, March 11, 2008

En el arrabal de la nada

El ser es asesino.
En su arrabal de nada y puras cosas,
sin seidad, duda. La soledad le dio el sol de lo vibrátil,
el sol oscuro y monstruo, la torva luna de estos días.

Y el sueño torvo de la mano procede ciegamente
desde sí y escupe la presencia. Quiere lo oculto.
Como sombra. la caverna del eco se repite.


El no supo corporizar al pensamiento:
él y yo estamos al acecho, jactanciosos.
El eco que había surgido desde alas se cruza por lo oscuro,
se perpetúa en lo trágico.

Buscaremos amparo y compañía.
Buscaré sin él y él sin mí.
Estaré solo y no habrá ni palabra ni blinda
ni sostén, sino cavernas.

Por eso me hice araña y fundé la esquina
donde tejemos el luto y las hebras carcelarias
y la sed y escupidos, la ponzoña, el dolor.

Son las mallas del desprecio mutuo.
En la molicie, hemos sido compañeros.
Estamos, en fin, solos los dos.

Inventamos la ostentosa daga, la separación;
él, su huída, eclipse; soles negros, yo.

9-13-1979 / El hombre extendido

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