Del cosmos tuyo, ajeno, me bajaron.
Me barrieron con escobas de tebincha.
Descendí con este corazón hílico
al fuete del imperio.
Ahora soy uno entre mis cuatro tribus de moléculas.
Visto ante Tefenet con olor a alicanto.
Incienso mis hojas de verde clorofila.
Estoy en tierra. Allá no me quería
el opresor de un cosmo-baratijas.
Cada semilla es el ángel que fecundo
y como alheña me fatigo
entre cuantos aran y cavan
buscando el concreto amor, trabajo y esperanza.
Con gentíos, el tejido de este canto
es suficientemente solidario.
La tierra en humedad me agrada.
¡El sol que trilla!
¡La lluvia que gorgorea en los valles
con sudor de mi frente es mi reposo!
Donde el universo se volvió espacio y tiempo,
mañana en celo, comienza el paraíso,
el que yo defino con estas manos
todavía salvajes, impuras, evolucionarias.
El Paraíso del Espíritu Puro es mi suicidio.
Aquí, con el algor del carborihidrato,
la flama azul del azufre es firmamento
y el azul más oscuro está en la mar, supongo.
Y en el azul más sutil, yo hallo mi río de hidratos de carbono.
El almidón hierve en la hornilla y antes estuvo
en el molino donde Ptah no tuvo arte ni parte
ni las aguas caóticas de Nun.
¡Pero qué feliz soy con el pan,
destronado de ser puro, obrero
con los que aran y cavan!
9-5-1980 / El hombre extendido
Tuesday, March 11, 2008
Cosmos ajeno, no mío
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment