Es verdad. Por más que el Estado
por más que endulce tus oídos con palabras bonitas,
por más asechanzas de su ley, eres su vasija despreciada.
Te quiere como ofrenda en su Valle de Matanzas.
A tus espaldas se jacta: ¡Me perteneces!
El Estado es tu dueño, verdad amarga y tú...
¡pobre! en voto falsario por sus causas,
creyendo que ante la Ley eres igual al que domina.
Y tú, jurando una lealtad a lo que desconoces.
Y él, con sus selectos, hablando de Justicia
y Moralidad y Honor y sentido común
porque todos a su autoridad obedecen
y no hallan un camino libertario.
Es verdad: el Estado se abrogó el derecho
de tenernos en sus manos y justificar,
con nuestros labios, su yugo.
2-8-1996 / Del libro El hombre extendido
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