Wednesday, March 12, 2008

Melpómene y los aprendizajes


Yo aprendí que la vida es un cuchillo necesario.
Y que tenemos colmillo, pezuña, mandíbulas tan fieras
y las utilizamos; cómo es la saliva deleitosa y el músculo duro
lo aprendí, y que la rabia tarde o temprano se transforma
en maltrato ... y las ganas de vivir y vencer e irse
allende las fronteras a veces son gloriosas.

Eso he aprendido, yo, el caminante
que un día se entregó por deliquio a una ruta
y se buscó el alimento, el sexo, la libertad
con banderas propias, autogestionantes. Sin tí.

... pero llegaste, Melpómene, mi abandonada.
Y esta vez, sin beso. Feroz, vengadora.
Cuando emprendí camino echaste escupitajos
y me quisiste herir y abrir tajos profundos
y yo aprendí a olvidarte y a gritar elegías
que no tengan tu nombre de tormento y escarnio.


En una telaraña estoy y tengo miedo todavía.
La sensación es mi conocimiento.
Por lo que hicíste, araña atroz con tus artes,
aprendí suficiente. Tú eres sacerdotisa de venganza.

¡Te escupiré mil veces hasta no temerte!
Todavía la luna existe; no estoy descobijado
y ato mi presa, podría urdir y matar y no lo hago.

Hasta un mal aprendiz, soy. Mira es mérito tuyo/
Aprendiendo a escupir también se ama.
El cuchillo no es por siempre latigazo y rebenque.

19-9-1980 / El hombre extendido

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