Comulgo con los dioses terrenales.
Sorben su aroma grata del hidrato.
Auxilian los carbonos de los hombres.
Que quieren cuerpos sólidos y diáfanos.
Nos ofrendan un joropo de Tlaxcala,
de genuino ixcacihuite
y un tapiz de Chiautempan
para hilvanar con sol
una hoja, un tejido leñoso, una flor
para las manos, el talle, el alma.
Quien me abraza con el regocijo
de saberme la envoltura celular
del mirto, chupa de mí
esperanza y canto.
Quien se acuesta en mi seno,
mi mujer es de oquis, un regalo.
19-1-1990 / El hombre extendido
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