La madrugada
La ví como una pinche y destrampada hormiga
del fuego desprenderse. Era una miga del sol
que se afanaba, una mordida del ansia sobre el mundo,
friccionada y surgida de las piedras
y del fango de tus calles y tus baches, Tijuana.
Puso cara de albas y relámpagos,
de aguas transparentes, de voces líquidas y aéreas,
de cifras interiores o inmensos océanos sin origen.
Por alguna razón dijo a lo oscuro:
Debo abrir los ojos, sonreirme, echarme
al paladar del Infinito. Soy la aurora.
Debo estallar de amor como otro cielo.
1986 / El hombre extendido
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