No me quitarán la Fe ni la Razón.
Ni la Causa ni la Síntesis, mas, sí…
tienen el derecho a arrastrarme a su nada,
surtirme de cadenas de temporalidad fugaz y quebradiza,
espuria y vaporosa como los pretextos de control
de su sociedad administrada, verwaltete Welt.
Pueden echar toda su tierra y su ley sobre mí,
escupir encima de mi pecho, culparme
de toda deficiencia e idiotez y sepultarme vivo.
Pueden negarme empleo, inutilizarme
como ente productivo, contar todas mis horas
o darme oficio que elimine mi ocio y me mantenga pobre.
Pueden explotar mi sangre como una pirotecnia más
bajo un cielo de color de rosa y yo vomitar el fuego
de esperanzas artificiales, publicitarias e imposibles.
Y, sin embargo, detrás de lo presentativo
de estas nuevas propuestas, increíblemente malsanas
y engañosas, yo no seré uno más en el kiosko
de ilusiones, un triunfador, el que más vende,
explotador maravilloso, el consagrado insólito
en la fama, en sus domesticaciones rotuladas.
Aflorará mi fe, la cíclica periodicidad del eterno retorno,
el retollo mío, con síntesis de opuestos, que asegura
que no hay descenso para siempre ni cuerpo que soporte
tantos años de castigo, penuria y yugo voluntario.
Detrás de la noticia y sus ecos de sensaciones momentáneas,
no se contenta un crédulo, no se resigna un hombre
a la Razón violada, a una dialéctica sacada de lo real,
lo puro, necesario, su kairós, tiempo oportuno.
Tengo la memoria viviente de mi propio pasado.
Un origen. Un gesto de proyectos. Metahistoria
del progreso conveniente, el mío junto a los otros.
La causa es generosa, me sigue, me emplaza
aunque vengan a ultrajarla quienes son criminales y ladrones
con agendas de intereses especiales, en favor de un imperio
mentiroso, fragmentario, egoísta, indiferente, insolidario.
Es difícil de tragar un corazón como el mío;
es difícil reposar, aún sabiéndome ultimado,
bajo tierra y cadáver.
3-12-2003 / El hombre extendido
El deseo inmortal
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